Desempleo y precariedad laboral


Sería insentato afirmar que pocos problemas serían más fáciles de solucionar que el del desempleo. Aunque creyera que es un problema relativamente fácil de solucionar, no me atrevería a afirmarlo; sin embargo si me atreveré a apuntar alguas ideas (más o menos osadas), que quizá hasta se acerquen a la clave de la cuestión.

A modo de preludio, para ir creando la atmósfera necesaria para indagar en el tema con mayor perspectiva, permitanme reproducir dos breves pero intensos textos. de la introducción de El Horror Económico, de Viviane Forrester y de El Fin del Trabajo, de Jeremy Rifkin, respectivamente.

"Vivimos en medio de una falacia descomunal, un mundo desaparecido que
se pretende perpetuar mediante políticas artificiales. Un mundo en el que
nuestros conceptos del trabajo y por ende del desempleo carecen
de contenido y en el cual millones de vidas son destruidas y sus destinos
aniquilados. Se sigue manteniendo la idea de una sociedad caduca, a fin
de que pase inadvertida una nueva forma de civilización en la que sólo un
sector ínfimo, unos pocos, tendrá alguna función. Se dice que la extinción
del trabajo es apenas coyuntural, cuando en realidad, por primera vez en
la historia, el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario.
Descubrimos —dice la autora— que hay algo peor que la explotación del
hombre: la ausencia de explotación; que el conjunto de los seres humanos
es considerado superfluo, y que cada uno de los que integran ese conjunto
tiembla ante la perspectiva de no seguir siendo explotable."
Viviane Forrester, en El Horror Económico


"Nosotros, la población penitenciaria, somos la vergüenza de América. Aquí
el verdadero crimen es vuestra locura. Millones de personas en esta tierra
 languidecen abandonados, olvidados... La sociedad no puede emplearlos en el
exterior, con lo que paga para mantenerlos encerrados, fuera de su vista, sin
oportunidades de rehabilitación espiritual... Yo os digo a vosotros, vanidosos
y satisfechos: tened cuidado... Nuestro número está creciendo, nuestro coste
se incrementa rápidamente. Construir mayores y mejores prisiones ya no es
la solución a las razones que se esconden detrás de los problemas y de la locura.
Sólo provoca que los gritos sean más fuertes y que las consecuencias finales
sean más terribles para todos cuando, por fin, ocurra."
Fragmento de una carta de George Dismukes publicada en Newsweek en 1944, reproducido en El Fin del Trabajo, de Jeremy Rifkin

El desempleo: una historia fantástica

El dinero es mucho más antiguo que el “empleo” (y más misterioso, también). Hace solo unas pocas generaciones, pongamos entre cinco y diez (entre uno y dos siglos) todos estaban “desempleados”. ¿Como subsistían con cifras del 100 % de desempleo? Además, la gran mayoría de personas no tenía ingresos monetarios de ningún tipo (rentas, prestaciones sociales o mutuas sindicales; nada de nada), sin embargo, de alguna manera, la humanidad prosperó así durante miles de años.

El empleo podría ser considerado, en cierto modo, como una evolución del sistema esclavista que hizo posible la concentración de poder y riqueza de las grandes civilizaciones, un sistema que se transformó solo un poco antes de la revolución industrial, quizá porque se comprobó que mantener a los esclavos en propiedad para hacer un trabajo* resultaba más caro y complicado que simplemente pagarles un "salario" (su parte en sal) o "sueldo" (de soldada). 

Los empleos se hicieron comunes cuando las personas se fueron desplazando del campo a las ciudades, perdiendo completamente su autosuficiencia, que durante siglos se basaría en la producción agrícola, el pastoreo, las artesanías y el trueque.
* la palabra trabajo deriva del latin tripalium, instrumento de tortura construido con tres palos a los que se ataba el reo. Este nombre pasó luego a referirse a uno de los efectos de la tortura: el sufrimiento. Ver https://blog.lengua-e.com/2008/etimologia-de-trabajo/

Por tanto, cabría entender que el desempleo no es el problema, sino el hecho de que el empleo sea para la mayoría de personas la única forma de obtener lo mínimo necesario para evitar la pobreza. Un empleo sobre el que no tienen apenas ningún control, salvo, si acaso, aceptarlo o rechazarlo*, ni tenía control alguno sobre su duración ni sobre sus ingresos, ni es -casi seguramente- un manifestación de una vocación ideal.
*Solo en teoría porque ya el apóstol San Pablo amenazaría con que "Si alguno no quiere trabajar, que no coma". Unos siglos más tarde también Lenin escribiría, en El Estado y la Revolución,  "El que no trabaja no come".

Un contrato de trabajo, que es lo que define un “empleo”, es una clase de contrato en que se estipula la "venta" regular y continuada del tiempo de una persona, junto con sus habilidades y esfuerzo. Sin embargo, ya la venta de tiempo y conocimientos parece no ser suficiente, se exigen -a la vez- resultados muy concretos; una frase gastada entre los ejecutivos es la de “Se agradece el esfuerzo pero solo se valoran los resultados”. Más que el tiempo, ya quieren el alma.


Circunstancias como un ajuste de plantilla, una quiebra inesperada o una "imprevisible" recesión, darán al traste con la mejor de las voluntades de los empleados más cualificados y motivados.

Entender el desempleo es como resolver una ecuación compleja, pues no hay un solo factor (ni dos ni tres) sino unos cuantos más. Desde luego, a estas alturas de la historia debería haber quedado claro que no se resuelve “creando empleo”, entre otras cosas porque nada garantiza el resultado; solo se intenta crear, o en realidad, a veces tan solo se simula que se intenta crear. El desempleo, como ecuación de múltiples incógnitas, se resolvería despejando cada una de ellas y poniéndolas en relación a las demás.

Para crear empleo, dicen los economistas "clásicos", en primer lugar debería hacerse crecer la economía, pero ese crecimiento puede tornarse como un tumor; es peligroso por la inflación, el medio ambiente y la sobrepoblación, por tanto debería descartarse como principal (y a menudo casi única) estrategia para acabar con "el problema del desempleo".

Para empezar a observar el tema, contemplemos el empleo en sus partes menores; tiempo de trabajo. Si se divide el número de horas de trabajo anuales totales, entre el número de personas empleadas, más las que están en en disposición de trabajar, se obtendría el número medio de horas de trabajo anuales a que deberían tender las jornadas para una tendencia a cero del desempleo. Pero aún es más interesante: se debería contemplar la productividad, por tanto, se observa que ya el número actual de horas trabajadas excede el número de horas ideal (más productivo) porque podría comprobarse que una jornada más larga no mejora la competitividad, superado cierto número de horas, sino al contrario, cansa y desmotiva al empleado.

Una "prueba", o al menos correlación, entre el número de horas trabajadas y la riqueza generada podría deducirse del hecho de que en la lista de los países de la OCDE, el número de horas anuales trabajadas por trabajador es menor en los países más desarrollados, estando a la cabeza estos 10 países (con menor número de horas): Países Bajos, Noruega, Alemania, Bélgica, Francia, Dinamarca, Austria, Luxemburgo, Suecia y Suiza. Si cruzamos esta clasificación con la lista de países con mayor Indice de Desarrollo Humano, una medida alternativa al PIB para medir el bienestar de las naciones, comprobamos que entre los primeros diez puestos repiten 5 de los anteriores: Noruega, Suiza, Alemania, Dinamarca y Países Bajos. (Según datos tomados a día de hoy)


También debería ser fácil "ver" la peligrosa relación entre competitividad (por trabajador) y el desempleo (global), pues estos factores “tiran” en la misma dirección; es decir, a mayor competitividad, mayor desempleo, y -como saben en Wall Street- a mayor desempleo, mayor competitividad (y quizá no tanto porque al despedir se reduzcan gastos fijos, sino por la señal que se envía a los trabajadores del mismo sector: "intenten no defraudarnos y sean más competitivos para conservar sus empleos").  

Todo esto, tan desagradable, no significa -necesariamente- que no deba intentar mejorarse la competitividad, pues es bueno producir más con menos recursos (en menos tiempo, con menos energía, materiales e inversión) y con menos mano de obra (y esfuerzo). Sin embargo, a la vez que se logra mejorar esto, se debería mejorar también el factor tiempo de trabajo (reduciéndolo). 
El problema de la primitiva ecuación actual es que se empareja el empleo con los ingresos, y solo hay una jornada standard (cercana a 8 horas).

Por tanto, la primera solución al "problema" parece evidente: para acabar con el desempleo sería muchísimo más eficaz y barato repartir el trabajo, en lugar de tratar desesperada y casi inútilmente- de estimular la creación nuevo empleo. Por si fuera poco con que resultara más inmediato, económico y eficaz, se evitaría la emisión de más gases contaminantes y de efecto invernadero, además de un mayor consumo energético, porque no conviene olvidar que cada nuevo empleo creado a base de crecimiento económico también implica más consumo de recursos de todo tipo, y el planeta tiene una capacidad limitada de renovación.



No parece que tenga mucho sentido crecer a toda costa para luego lamentar los efectos secundarios (externalidades) de ese desequilibrado crecimiento. Como en su día descubrieron los expertos del RMI con respecto a la energía: el watio más "barato" de producir es el que se evita consumir (el negawatio). De similar modo, el empleo más barato de crear es el que ya existe

Poniendo un hipotético ejemplo, y simplificando la "ecuación"; del empleo de 10 trabajadores que realizan 1700 horas anuales podría obtenerse empleo adicional para 2 trabajadores más si sus jornadas fueran de 1417 horas. 
Es decir, si España (o Portugal), que tienen una media aproximada de 1700 horas, redujeran el número medio de horas al que tiene Alemania (por ejemplo), podrían teóricamente contratar hasta un 20% más de trabajadores a jornada completa. 

Por supuesto, ya sé que no es tan fácil; no soy tan ingenuo como aparentan serlo las promesas de las campañas electorales. Pero es una aproximación -más o menos burda- de cómo funcionaría. Por cierto, Alemania podría estar planteando seriamente reducir a 28 horas la jornada semanal.



El "espinoso" inconveniente de la temida pérdida de poder adquisitivo

Siempre que se propone una reducción de jornadas se cree necesario reducir los salarios en la misma proporción, pero en realidad no es así. Se ha comprobado que reducciones de jornada muy significativas (de hasta un 25% del tiempo) no han producido una caida sensible en la productividad de los empleados. De hecho, y aunque no todos lo puedan reconocer abiertamente, cuanto más se alargan las jornadas a partir de las 5 o  6 horas, más se alargan las visitas a la máquina de café, la sala de fumadores o el bar, o se incrementa sustancialmente el uso de redes sociales (como facebook) o los chats online, o simplemente, se pierde el tiempo de alguna manera u otra.

Para crear empleo, no sería suficiente con reducir de 8 a 7h las jornadas; debería ser una reducción a 6 horas o menos. No existe una proporcionalidad como la del hipotético ejemplo anterior, entre otras causas porque se da una compensación (al menos parcial) debida al aumento de productividad.
Pero lógicamente el empresario no pagará tanto por cada trabajador si contrata a más personas con jornadas más cortas; éste es -probablemente- su incentivo para contratar más personal.

El empleado nuevo estará encantado, pero ¿y el que ha de empezar a cobrar menos? Aunque es muy probable que algunos aceptarán gustosos una reducción de sueldo si va acompañada de una reducción de jornada laboral, puede que no sea el caso de la mayoría (sobre todo en empleos peor pagados). 

En tal caso se ha de considerar lo siguiente: por una parte, el empresario no ha de reducir los salarios en la misma proporción en que se reduce la jornada, porque el empleado será más productivo, es decir, una reducción de un 25% de jornada podría suponer solo una reducción de un 15% en el salario; por otro lado, al bajar el salario los impuestos retenidos (tanto la parte de la renta como la de seguridad social) serán cantidades menores, también más que proporcionalmente. 

Por tanto, una reducción de jornada de un 25% se traduciría en un recorte de entre un 12 o 13% , es decir, que el precio-hora neto se verá incrementado. Por otra parte, el gobierno compensaría la bajada en estos ingresos al disponer de un mayor número de contribuyentes, que por otra parte ya no necesitarán subsidios por desempleo.


De acuerdo, seguramente, previsiblemente habrá gente que no pueda o no esté dispuesta a ese pequeño recorte; por tanto la medida idealmente debería ser voluntaria, si es posible; aunque tarde o temprano ya no será una opción sino una necesidad impulsada por la creciente automatización de toda la industria, a la que se suman ya casi todos los sectores, revolucionada por espectaculares avances en inteligencia artificial (I.A.).

En cuanto a la I.A., a menudo leo que la automatización no destruye empleo sino que solo cambia un tipo de empleo por otro de más cualificación. Ojalá fuera así, pero me temo que quienes así se expresan solo conocen los hechos y posibilidades de la automatización más que muy superficialmente. Mi experiencia de más de diez años como especialista en control industrial me permitió ser espectador de primera fila (o más bien actor) de cómo la automatización elimina muchos más empleos de los que crea, de un modo constante, expansivo. 

Pero esa no es la cuestión, el problema es cómo se irá repartiendo el menguante empleo, evitando un mundo polarizado entre una clase trabajadora cada vez más estresada y otra desempleada o infra-empleada, cada vez más numerosa y empobrecida, con empleos ocasionales y precarios, posiblemente subsistiendo gracias a una economía informal que a pesar de ser la única opción continúa siendo perseguida y maltratada por el estado (en lugar de reformarla, sanearla e integrarla).

Pero aún podría hacerse algo más, porque todo está conectado; el Estado deberá facilitar un retorno a precios de los inmuebles mucho más asequibles, y una forma de hacerlo, que debería ser sencilla, es facilitar legislativa y fiscalmente incrementar la cantidad de terreno urbano disponible para la construcción de viviendas (sobre todo de tipo social) de 1 hasta 3 habitaciones, y por otro lado facilitando el alquiler con garantías suficientes para los propietarios. De este modo, un posible recorte de los salarios, necesarios aunque sea en menor medida para lograr reducciones de jornada, no tendría una repercusión real en el poder adquisitivo de los trabajadores.

Ver https://www.opendemocracy.net/neweconomics/solve-housing-crisis-need-fix-broken-land-economy/

Con estas medidas, podría de un plumazo eliminarse una buena fracción del desempleo, ahorrando dinero a las arcas públicas, evitando gran número de deshaucios y nueva pobreza, también incrementando la productividad, la salud y ánimo de los trabajadores. No parece poco, pero aún puede hacerse mucho más.


Pero ¿que tal si imaginamos aún más allá? ¿Y si, hablando de inteligencia artificial, se exigiera que las máquinas cotizaran y pagaran impuestos? (no tanto como para desincentivar su uso).
¿Y si las reducciones drásticas de jornada se desincentivaran en empleos de salario bajo (los minijobs) y solo se incentivaran fiscalmente en los empleos mejor pagados? ¿cuantos jefes, mandos intermedios y ejecutivos de rango medio estarían dispuestos a reducir sustancialmente sus jornadas de trabajo o disponer de más vacaciones? (o disponer inccluso de años sabáticos sin remuneración). 
Muy probablemente muchos más que obreros sin cualificación, que no pueden ver reducido su ya exiguo salario.

¿Y si los trámites para emprender fueran casi gratuitos, rápidos y sencillos, y aún mucho más importante, no se pagaran impuestos ni cuotas de seguridad social hasta llevar un tiempo (¿6 meses?) en funcionamiento?
¿Y si para conseguir financiación no fuera necesario someterse a una entidad de crédito convencional? Pues existen créditos alternativos, sociales, crowfunding... Otra opción quizá podría ser una divisa alternativa.

Pues bien, sigamos imaginando opciones

Ya que entramos en el asunto del trabajo autónomo y el emprendimiento planteemos la opción de las cooperativas, que además son ventajosas fiscalmente. Una vez en marcha cooperativas o empresas consideremos hacer uso del trueque empresarial, una variante del trueque de toda la vida entre particulares. Ver historia de la cooperativa Mondragón

Por supuesto, no olvidemos que el problema no es el desempleo, sino lo que éste puede llegar a provocar en las personas comunes si se vuelve crónico: pobreza. Un empleado financieramente acomodado, que trabajara por puro placer, no sufrirán ningún trauma si es despedido - sin indemnización- por una quiebra repentina. Está claro que el drama no es el desempleo sino lo que suele conllevar, luego hay que tener este dato presente.

La pobreza tiene sus propias soluciones, pero aquí mencionaré una que está aún más directamente relacionada con el desempleo; la renta básica universal, hasta hace poco considerada apenas una utopía imposible, pero que ya muchos economistas ven con buenos ojos, comprendiendo que no sería ni tan difícil de aplicar ni tan superflua, pues se revela cada vez más necesaria.




Pero todo esto no es nuevo, claro. A mí se me ocurren otras posibilidades, una de estas sería la de "bendecir" la economía informal, es decir, facilitar su desarrollo en condiciones dignas, así como su integración suave y paulatina en el sistema formal-convencional. Debe dejarse de ver todo en clave de "todo o nada", lo cual es un error que nos dificulta enormemente comprender la realidad, además de impedirnos diseñar soluciones válidas.

¿Cuál es el interés de dificultar y fiscalizar una modesta actividad informal, como podría ser la venta regular de bienes y servicios de segunda mano, o abrir un restaurante en el patio o jardín de tu casa, si a la vez no se ofrece una renta mínima? Esto en la práctica impide una subsistencia digna y autónoma.. Por supuesto, la respuesta podría ser que se precisa de unas normas de higiene y seguridad (OK) pero no parece que eso sea más que un pretexto; mucha gente podría aportar garantías en ese sentido, ¿Qué tal un término medio? Y si para empezar no se exigiera el pago de impuestos (y luego fueran muy bajos hasta unos ingresos determinados).

Negar tozudamente la realidad es no querer entenderla. La mayoría de países en vías de desarrollo tienen una economía informal de más del 50% del total, siendo conservadores en los cálculos, porque solo puede estimarse indirectamente. Este "sector" debería ser considerado no un problema sino una solución, pues además podría transformarse de modo que sea un paso intermedio para su incorporación en la economía formal

En muchos de los países más desarrollados tienen un nivel de paro juvenil extremadamente alto, por lo que esta economía podría ser cuidada y saneada, de modo que sirva para un desarrollo de nuevos sectores en los que los jóvenes podrían tener un protagonismo especial, como pequeños negocios online, artesanías, industria cultural, diseño, tecnología, etc.


Pero volvamos por un momento a los orígenes, mucho antes de la revolución industrial solo había agricultura y comercio (y el siempre omnipresente sector bélico). Hoy día la agricultura se supone altamente tecnificada, pero la realidad es que no lo está tanto. En cualquier caso, las subvenciones distorsionan los mercados y muchas tierras permaneces baldías por resultar poco rentables como negocio. Claro que el tema de la rentabilidad es muy relativo. 

Cabe hacerse algunas preguntas, como ¿resulta lógico, por mucho que deba defenderse el derecho a la propiedad privada, que se den a la vez  -y en el mismo lugar- agricultores sin tierras que cultivar y tierras de cultivo sin agricultores que las trabajen? Quizá en cierto modo esta "tensión" explicaría que se den situaciones como la del pueblo sevillano de Marinaleda, en el cual una finca de 1200 hectáreas, propiedad de un Duque, fueron ocupadas para ponerlas en producción y organizar una cooperativa agrícola. 

En este artículo de huffingtonpost.com se expone el curioso caso, del que dice que es comparable a los falangsterios del socialista utópico Charles Fourier. Es cierto que la agricultura no es un sector moderno, pero al final comer es una primera necesidad primordial, se mire como se mire.


El tema crucial del dinero

Como se ha insinuado ya al principio del post, el dinero tiene propiedades "mágicas"; podría acabar con el desempleo de un plumazo. Sin embargo, como toda "magia", se ha de emplear con gran cuidado y sabiduría, porque su poder podría volverse en contra.

Por otra parte, quienes disponen del poder no necesariamente están interesados en evitar un nivel relativamente alto de desempleo, si ello supone incurrir en riesgos que afecten otros escenarios.

En cierto modo, los "magos" de hoy se han vuelto impotentes para controlar el poder del dinero, que ya parece moverse con vida propia.
Solo apuntar aquí que las monedas locales y/o complementarias podrían ser una de las grandes soluciones, que en combinación con otras medidas reactivaran la economía social, produciendo riqueza repartida más homogéneamente, estabilidad, paz y equilibrio entre regiones.
Es un tema demasiado amplio para un post, pero se irá abordando en este blog.

A modo de síntesis

El desempleo (la creciente escasez de empleo) no es el problema, sino el daño que provoca (nueva pobreza). Tampoco la escasez de dinero es el problema, sino la dificultad de acceder a lo más esencial sin él (alimento, cobijo, energía...) atrapados en un esquema de dependencia total, entre personas, empresas, instituciones y países. Si se logra destapar el entramado de malentendidos (y quizá algunas mentiras interesadas) será fácil descubrir que las soluciones están ahí mismo, esperando ser puestas a prueba.

Como con otros grandes desafíos, no existe una solución única ni respuesta ganadora, sino solo algunas opciones que deberían ser contempladas conjuntamente.
Los grandes problemas se suelen comprender mal, luego el primer paso debería ser liberarse del velo de conceptos copiados, e intentar reconocer los hechos reales, sus causas, factores y conexiones.



- ¿Cómo explica todo este tiempo sin trabajar en nada?
- Cualquiera puede trabajar, lo duro es sobrevivir sin hacerlo. 
Diálogo de la película Barfly (El Borracho)

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