La madera de los árboles
contiene componentes similares a la gasolina;
cuando se calienta a determinada temperatura desprende gases
volátiles (humo) que contienen hidrocarburos, la misma clase de
molécula que son el octano o el metano. Para que ese proceso se
inicie se precisa combustible, en forma de leña, arbustos secos,
árboles caídos, y también árboles verdes inflamables, como las
coníferas (pinos). Se precisa también oxígeno; con un 16% ya es posible
iniciar y propagar un incendio; el aire atmosférico tiene un 21%,
más que suficiente, pero si se levante un poco de viento las
condiciones serán casi tan propicias como las de una caldera con
alimentación forzada de aire.
Para completar el triangulo de la
combustión solo será necesario añadir energía de activación en forma de calor, es decir, una chispa o llama. En cuanto se inicia la reacción química, mientras se mantenga el aporte de combustible y comburente (oxígeno), tendrá lugar una reacción en cadena, pues el calor se transmite al nuevo combustible y el propio fuego crea potentes corrientes de aire que aportan más oxígeno. El tríangulo del fuego también recibe el nombre de tetraedro del fuego, por el cuarto elemento que es la reacción química.
La naturaleza a veces inicia
incendios mediante rayos (especialmente con tormentas secas) o la
lava de un volcán (y posiblemente alguna vez que otra mediante un
meteorito, pero no es fácil que se den las condiciones, pues suelen
llegar a la superficie con energía residual, ya casi fríos). De
todos los incendios forestales que se producen, se ha calculado que
sólo el 10% tienen causas naturales. El 90% restante está causado,
voluntaria o involuntariamente, por seres humanos. No sólo eso, sino
que empezamos a sospechar que también estamos favoreciendo
condiciones ambientales cada vez más propicias, por el cambio
climático (la parte antropogénica, al menos) y la interacción
directa con los ecosistemas.
Se origine como se origine, un incendio forestal es una bestia que crece, respira y se
desplaza a gran velocidad, alimentándose de todo el combustible que
encuentra mientras avanza (no distinguiendo entre árboles o
construcciones inflamables), dejando destrucción y muerte a su paso.
El monstruo puede ser imparable con sus más de 1000 ºC y sus llamas
de más de 50 metros de altura, creando vientos huracanados y frentes
de fuego que avanzan a velocidades de 30 Km/h (a veces mucho más).
A menudo, la escala de los
incendios es gigantesca (y por tanto mucho más dañina). Cada verano suelen
producirse grandes incendios que suman áreas enormes, batiéndose
récords cada vez con más frecuencia. En los últimos años, parece
que la tendencia es la de “super-incendios” que abarcan más de
500 hectáreas, algo aparentemente favorecido por las nuevas
condiciones climáticas (más calor, sequías prolongadas, plagas de
insectos que secan gran cantidad de árboles...) pero seguramente
también por el abandono del monte, en el que ya nadie limpia el
matorral.
Este verano Boreal de 2018
aún se ha enrarecido más, con olas de calor inusitadas, cercanas al
circulo polar ártico, que han provocado importantes incendios
incluso en Suecia, país muy poco acostumbrado a este tipo de
fenómenos, pero en el que en el momento de escribir estas líneas se
habían quemado ya más de 25.000 hectáreas.
En los países
mediterráneos, en California, o en Australia, pese a ser muy frecuentes
los grandes incendios forestales, se siguen produciendo situaciones
trágicas, como la ocurrida a finales de Julio de 2018 en las cercanías de Atenas, que ha causado unas 85 víctimas mortales, algo que aparentemente debería
haberse podido evitar al disponer de experiencia suficiente para
tomar medidas precautorias eficaces.
Pero los megaincendios, aunque parecen más frecuentes últimamente, tampoco son algo nuevo. En los Estados Unidos se registraron megaincendios históricos como el de 1871 (en Chicago, Illinois), que al ocurrir en una gran ciudad eclipsó en los medios otro mucho mayor, sucedido al mismo tiempo, el de Peshtigo (Wisconsin), a unos 300 Km de distancia de Chicago, posiblemente el más aterrador incendio de todos los tiempos: medio millón de hectáreas y entre 1500 y 2500 muertos con vientos huracanados que levantaban vehículos y hasta vagones de tren del suelo, una colosal tormenta ígnea con tornados de fuego que incendió literalmente el cielo. En 1910 se quemaron más de 1 millón de hectáreas entre Idaho y Montana, y en Canadá destacaría el incendio de 1919 en la provincia de Alberta, con más de 2 millones de hectáreas quemadas.
Actualmente circula la teoría -mayoritaria- de que al crearse los primeros servicios forestales contraincendios por motivo de estos trágicos sucesos, durante décadas se han impedido numerosos incendios menores, contribuyendo a que los bosques crecieran más densos, con lo cual actualmente tenemos incendios más intensos y grandes, pues además no hay epacios vacíos entre masas boscosas, sino gigantescas áreas de árboles, muchos de los cuales además están siendo atacados por parásitos como el escarabajo de la corteza, que ha matado millones de árboles en norteamérica.
Pero entonces, ¿por qué se originaron los megaincendios del siglo XIX y principios del siglo XX?. ¿Quizá porque - en Europa- la agricultura y ganadería intensivas desplazaron las pequeñas granjas, desaparenciendo el pastoreo y la costumbre de limpiar los bosques? Puestos a especular, ¿quizá en norteamérica influyera algo el genocidio y encierro en reservas de las tribus indígenas que practicaban fuegos controlados en sus bosques como medio de prevención?
Pero entonces, ¿por qué se originaron los megaincendios del siglo XIX y principios del siglo XX?. ¿Quizá porque - en Europa- la agricultura y ganadería intensivas desplazaron las pequeñas granjas, desaparenciendo el pastoreo y la costumbre de limpiar los bosques? Puestos a especular, ¿quizá en norteamérica influyera algo el genocidio y encierro en reservas de las tribus indígenas que practicaban fuegos controlados en sus bosques como medio de prevención?
No será fácil averiguar la consistencia de cada teoría, pero sí es fácil advertir la relación con la tecnología y la facilidad de adentrarse con ella en los bosques, que facilita provocar incendios (intencionadamente o por accidente).
Sea o no una tendencia hacia
incendios más frecuentes, grandes y dañinos, posiblemente ya
deberíamos estar mejor preparados para afrontarlos, combatiéndolos
o reduciendo los daños, al mismo tiempo que se previenen en la
medida de lo posible. Pero, ¿qué clase de medidas podrían tomarse? Para averiguarlo, se debe
recopilar toda la información disponible sobre las causas,
desencadenantes y agravantes, así como las posibles tecnologías,
estrategias y procedimientos.
Algunas de las opciones que
se plantearán como posibles soluciones son evidentes, otras
resultarán un tanto sorprendentes.
Posibles Condicionantes y Agravantes
Temperatura ambiente,
sequedad ambiental, velocidad del viento, presencia de combustible
seco, leña, matorral, hojarasca, incremento de la cantidad de
árboles muertos por parásitos (escarabajos...) por plagas
propiciadas por el cambio climático??
Sequías y Olas de calor
Monte descuidado por la
despoblación rural
Replantación con especies
inadecuadas, o demasiado apretadamente, o sin dejar espacios vacíos
entre medio...
Las masas
boscosas más “pequeñas”, ya no atraen las nubes, produciendo
las condiciones propicias de sequía necesarias para los grandes
incendios.
Causas
Naturales: rayos, volcanes,
meteoritos y pájaros pirómanos (que extienden el fuego)
Artificiales (al menos el
90%):
Cables eléctricos,
colillas, hogueras y barbacoas mal apagadas, quema de rastrojos,
cadenas de tractores, vehículos (catalizador, chispas que salen de
tubos de escape, accidentes...), fuegos artificiales, disparos con
armas de fuego, vidrios rotos, etc.
Hasta un 30% de los
incendios podrían estar causados intencionalmente, ya sea por
piromaníacos o por delincuentes que actúan movidos por un posible beneficio
económico, ya sea para tener acceso a la leña, que de otro modo no
podrían talar, o posiblemente, en algunos casos, para favorecer una
re-calificación urbanística de terrenos; o bien tienen un fin de
venganza contra el propietario de la finca a la que prende fuego, etc, etc.
Se han comprobado
circunstancias realmente bizarras, como cuando los piromaníacos trabajaban entre los
propios bomberos o guardas forestales, prendiendo por la mañana los fuegos que se acude por la tarde a tratar de sofocar.
Otras veces, la
privatización o “administración deficiente” de los servicios de
lucha contra-incendios, lleva a que un bosque ardiendo se pueda ver
como oportunidad de beneficio, creándose un incentivo “inadecuado”
del que cabría sospechar que pudiera dar lugar a incendios
intencionados.
Prevención
La mayoría de "soluciones" podrían ser la lógica conclusión de identificar y definir el "problema" de la forma más precisa posible, por ejemplo, para evitar los daños por líneas eléctricas, además considerar fuertes multas a las compañías eléctricas por negligencia en el mantenimiento de las líneas, que posiblemente en algunos casos deberían realizar inspecciones preventivas con mayor intensidad y frecuencia (para que -por ejemplo- todos los cables de baja tensión sean del tipo trenzado con aislamiento), las zonas colindantes a las torres se han de mantener
limpias, los cables se revisarán y tensarán, y se instalarán en cumplimiento de una normativa estudiada para la prevención de riesgos, etc.
En relación a los pirómanos e incendiarios delincuentes, es preciso ampliar el alcance de la investigación criminal, aplicando penas suficentemente duras a los causantes con conocimiento, especialmente en los casos que llegan a producirse víctimas.
Tecnologías posibles
A los aviones e hidroaviones, helicópteros, camiones todo-terreno, quads y motos empleados por los bomberos forestales de los países más ricos se suman ya otras tecnologías -que deberían ser más habituales en la extinción- como son: cámaras de vigilancia y termo-gráficas, drones de reconocimiento, aviones solares de vigilancia y "robots" para adentrarse en el frente del incendio sin exponer vidas. También deberían ampliarse (o simplemente implantarse) los sistemas de vigilancia basados en un gran número de sensores económicos que vigilen magnitudes como temperatura, humedad y velocidad -y dirección- del viento, para emplear la información en anticipar situaciones de elevado riesgo de incendio.
Otras tecnologías, éstas en fase de desarrollo: exoesqueletos para aumentar la fuerza de los bomberos y tecnologías alternativas para extinguir un fuego sin agua, como podrían ser sistemas de campo eléctrico o de ondas de baja frecuencia.
Conocimiento, la clave de una estrategia eficaz
Tratar de conocer todas las posibles causas, condiciones, agravantes, limitaciones, medios disponibles y eficacia de cada uno; todo ello permitirá acercarse y perfeccionar a una estrategia efectiva. Lo que está claro es que todo está cambiando muy rápido y se producen cambios que se retroalimentan o actúan en sinergia, por lo que las soluciones tradicionales están siendo menos efectivas (si es que realmente lo eran). Toca ponerse a pensar para actuar aún más eficazmente.
Actualización: Aunque normalmente la "temporada" de incendios en California abarcaría de Junio a Septiembre, los últimos incendios de Noviembre de 2018 ya es uno de los más mortíferos de la historia del estado, acumulando más de 1000 desaparecidos a 1 semana de acabar Noviembre.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46233842
Actualización: Aunque normalmente la "temporada" de incendios en California abarcaría de Junio a Septiembre, los últimos incendios de Noviembre de 2018 ya es uno de los más mortíferos de la historia del estado, acumulando más de 1000 desaparecidos a 1 semana de acabar Noviembre.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46233842
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