Cuestión de Color

Ni Sí ni No sino todo lo contrario

Recuerdo perfectamente cuando la tv era en blanco en negro, pues en casa tuvimos un televisor de esos por muchos años gracias a mi padre, que opinaba que ya veíamos demasiada televisión. El caso es que la robusta Philips en blanco y negro, que trajimos con nosotros de Alemania, estuvo en el salón de casa por casi un par de décadas. 

Mi padre, hombre muy sabio, era refractario a eso que hoy llaman obsolescencia programada. De todas formas, en aquellos años las películas emitidas eran aún en su mayor parte en blanco y negro, por lo que tener un tubo de rayos catódicos “a todo color” era bastante inútil solo con una parte de la programación, incluida la carta de ajuste (emitida aproximadamente durante la mitad del día).



Por otra parte, aquellas primeras teles “en color” demostraron una calidad de color y una definición de imagen pésimas, sobre todo si lo comparamos con las actuales. En cuanto a los contenidos, tal vez no hayan cambiado tanto.




Supongo que nos gusta el color porque es más vibrante y parecido a la realidad, porque esta no es en blanco y negro (o escala de grises). Sin embargo, así como las leyes van muy por detrás de la realidad social, la democracia se mantiene igualmente retrasada. No sólo porque para el ejercicio de la democracia dependemos aún de urnas, imprentas y papeletas , sino porque al fin lo que se vota no tiene colorido ni definición. 

No sólo es cuestión de disponer de un receptor de tv avanzado, también la emisión ha de ser en color y alta definición. Al final todo es cuestión de disponer de suficientes opciones para todos, y de cómo las distintas opciones se pueden combinar y moldear para adaptarse de forma flexible a las necesidades reales de la mayoría.

Sabemos que en realidad en las pantallas solo hay píxeles de algunos colores básicos, pero también que cuantos más píxeles (y mayor frecuencia de barrido de pantalla) mejor es la experiencia visual, porque sus mayores posibilidades de combinación permiten más definición y un color más “auténtico ”. 

De modo igual, los votos o los síes y noes, si solo se producen sobre asuntos demasiado amplios y de muy tarde en tarde, no dan como resultado una "buena" experiencia democrática. Porque ¿qué se decidirá después con cada aspecto particular? ¿Seguiremos como hasta ahora? ¿quién garantiza algún consenso respecto a algo? ¿Cada cuanto tiempo se podrá reajustar cada sí o no?



Para votar Sí o No las sugerencias de cada elección seguramente estarán relativamente claras y no suelen ser en absoluto el caso, lamentablemente tampoco en el referéndum por la independencia de Catalunya. Y ése podría ser un asunto más relevante incluso que la decretada ilegalidad; la indeterminación de qué se haría con el resultado
¿Cómo se actuará fiscalmente? ¿Cambiará algo en cuanto a las disposiciones electorales? ¿cual será la política en cuanto a empleo? ¿Cómo se garantizarán las libertades individuales? ¿Cuál será la política lingüística de la administración? ¿Volveremos a tener algún otro referéndum? ¿Veremos algún cambio en los mecanismos democráticos que lleven a algo más parecido a una democracia más participativa?

Bart Kosko, experto en ingeniería electrónica y licenciado en derecho, que estudia temas como la inteligencia artificial, las redes neuronales y la lógica difusa, es autor de un extraordinario libro de divulgación titulado Pensamiento difuso, en el que dedica a la politica un capitulo entero. 

El pensamiento difuso (o lógica borrosa), es una forma de lógica que se basa en la relatividad de los parámetros y en la subjetividad e imprecisión de los conceptos. 

Si pensamos en ello un poco vemos que votar por una persona o partido, o incluso por un sí o un no sobre un tema demasiado amplio e indefinido, es una pobre forma de democracia, que genera demasiado ruido y confusión entre las intenciones mayoritarias de voto y los resultados de las acciones políticas. 

No es necesario tener una mente maquiavélica para comprender que estos “defectuosos” mecanismos democráticos parecen diseñados para crear un Caos útil para apropiarse -desde fuera- del control político.



Los votos tienen actualmente un valor objetivo infinitesimal, cuyo valor se acerca a cero con cada complejidad destruida, por lo que la norma debería ser introducir más votaciones y menos complejidad e indefinición en la implicación de las decisiones, justo lo contrario de lo que se nos ofrece normalmente. 

En cualquier caso, en referencia otra vez al referéndum de Catalunya programado para el próximo día 1 de octubre, que no se permita legalmente este referéndum es una muestra de la poca tolerancia e inflexibilidad de los mecanismos llamados “democráticos”.

Quizá debemos exigir algo un poco “mejor”

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