Ir a la raíz del problema
Una de las innovaciones que más ha
aportado al desarrollo de las últimas décadas no tiene nada que ver
con las telecomunicaciones ni con la energía, sino con una
aplicación de los productos de la industria química, en concreto de
algunos plásticos. Se trata de las tuberías de riego gota a gota,
que si son enterradas a una profundidad entre 20 y 25 cms, aportan
casi toda el agua directamente a las raíces, ahorrándose una gran cantidad de agua, pues si se
regara desde la superficie se perdería por evaporación. Esta
innovación agrícola, que los israelíes empezaron a aplicar de
forma pionera hace décadas, no es, sin embargo, una idea totalmente
original, pues la idea de regar poco a poco y directamente las raíces
ya fue desarrollada por civilizaciones tan “primitivas” como los
desparecidos Anasazi.
Los indios Anasazi de norteamérica,
que las tribus vecinas llamaban “la gente antigua”, pues hay
vestigios de ellos de hace más de 2000 años, desaparecieron
probablemente por un cambio climático local que trajo repetidas y
prolongadas sequías en las zonas donde se asentaban. En su
adaptación al medio árido que habitaban inventaron el riego
subterráneo, pues regaban mediante vasijas de barro sin cocer que
enterraban hasta el cuello, alrededor de las cuales cultivaban maíz
y legumbres. De este modo las raíces iban rodeando las vasijas y
ellos solo se ocupaban de ir añadiendo agua cada cierto tiempo
(entre varios días y una semana).
La tecnología actual más común (en
los países más avanzados al menos) añade tuberías de polietileno,
electro-válvulas (de solenoide) y controladores de riego que abren o
cierran las válvulas en función de la lluvia caída anteriormente (registrada por un pluviómetro) y
el nivel de humedad del suelo; sin embargo, la idea que hay tras ello
ya era la misma que probablemente utilizaban los Anasazi hace 1500
años: ir a “la raíz” del problema.
El papel del papel (y de toda la industria)
La industria papelera era responsable
de un consumo de agua muy importante, que se redujo de forma
espectacular en la segunda mitad del siglo XX gracias a varias
innovaciones en los procesos que lograron reducir enormemente la
emisión de aguas residuales. ¿Cómo lo hicieron?
Esencialmente, recuperando el agua del
proceso de fabricación de papel, eliminando las partículas
derivadas de la producción de la pulpa en los procesos de
sedimentación, emulsión y filtrado,
Sin embargo, es muy significativo que
actualmente un importante “ahorro” añadido se produce -una vez
más- no por la eficiencia, sino por la reducción en el consumo,
pues el uso del papel para revistas, diarios y libros ha caído
espectacularmente, así como el de papel para imprimir, debido en
parte a la irrupción de las nuevas soluciones digitales y las
pantallas planas y de alta definición.
Hoy día, el grueso de la
producción de papel parece que ya es el de papel higiénico, rollos
de cocina y pañuelos y servilletas de papel; pero ya se están
contemplando alternativas al papel higiénico, e incluso al W.C.
Todo esto está muy bien, pero ¿qué se
puede hacer a título individual? Sencillo: además de reducir el
uso de papel; reutilizando o escribiendo por las dos caras, no
imprimir si no es imprescindible, intercambiar los libros, leer en
digital, no suscribirse a revistas que no se van a leer (o pueden
leerse en la biblioteca pública); también utilizar servilletas de tela y
trapos de cocina en lugar de rollos de cocina, etc., etc. En cuanto
al tema del papel higiénico, no me atrevo a hacer recomendaciones,
pero el uso del bidé podría facilitar reducir algo el consumo de
papel higiénico. Escoger un tipo de papel no demasiado grueso
también puede ser una buena idea.
Otras industrias, como la de productos
del acero, pudieron mejorar la eficiencia en el uso de agua no solo
mediante el reciclaje del agua usada, sino ahorrando agua en los
sistemas de refrigeración.
Precisamente, evitar el uso de torres
de refrigeración para el aire acondicionado de los edificios
sería otra posible estrategia de ahorro de agua. Este tipo de
instalaciones, por otra parte, implican cierto riesgo de sufrir
brotes de Legionela, por lo que su tratamiento bacteriológico
debe ser constante y riguroso.
Los edificios de viviendas y hoteles turísticos
En
general, en las edificaciones, públicas o privadas, hay aún
un importante potencial de ahorro con otras tecnologías, tales como
el crítico tema del inodoro. Ya se empezó a ahorrar con los
inodoros con doble descarga, pero aún pueden emplearse
diseños más eficientes (que logren lo mismo con menos), Pero por
mucho que se mejore la eficiencia, el uso continuado (y a veces
excesivo) anularía cualquier mejora, por lo que deberían
considerarse otras opciones como el uso de agua no potable (podría
ser agua de lluvia, o en algunos casos agua salada) o los inodoros
secos (para lo cual hay más de una tecnología y podrían
desarrollarse otras, aún muy marginales). De forma más inmediata,
evitar el uso del inodoro como papelera para los pañuelos de papel o
incluso como cenicero.
Las máquinas lavadoras (de
ropa) presentan un gran potencial de ahorro de agua (y energía y
jabón). Algunos modelos actuales emplean apena una fracción del
agua que empleaban los modelos anteriores, e incluso ya han salido al
mercado lavadoras que no emplean nada de agua. Pero incluso con una
lavadora vieja puede ahorrarse mucho si escogemos los programas
más cortos (y a no más de 30 o 40ºC) para la mayoría de
lavados es suficiente.
En cuanto a las duchas, pueden
emplearse difusores (alcachofas) de ducha eficientes,
pero también es una excelente idea acortar las duchas (tres
minutos debería ser suficiente y más de cinco es excesivo).
Otros usos frecuentes del agua tienen
lugar en el sector turístico; por ejemplo, las piscinas deberían
ir adaptándose para emplear agua salada, o en caso de que no
sea posible porque no se encuentran junto a la costa, al menos tratar
de evitar pérdidas por evaporación, cubriendo la piscina
cuando no está en uso, con una manta térmica o cubierta flotante
(lo cual además ayuda a mantener las piscinas caldeadas y añade
cierta seguridad ante posibles caídas de niños). Las duchas de los
hoteles deberían incorporar difusores de alta eficiencia, además de
recomendar a la clientela (con unos sencillos avisos con textos
educados y neutros) no excederse con la ducha.
Otra estrategia de ahorro de agua
serían la xerojardinería, o jardinería adaptada a climas
secos, como es el mediterráneo. Los jardines diseñados bajo estos
principios requieren muy poco mantenimiento y tienen pocas
necesidades de riego (o ningún riego en absoluto), a la vez que
ofrecen un tipo de belleza más silvestre y natural, sombra abundante
y aromas que los jardines convencionales no suelen ofrecer. Por
supuesto, también se debería evitar el césped y los campos
de golf de hierba en lugares donde las bajas precipitaciones
exigen frecuente riego. ¡Ah! y no olvidemos la importancia de aprovechar las aguas pluviales, no sólo canalizándola hacia depósitos, sino desviándola hacia los árboles y allí donde pueda ser aprovechada.
Muchas de las medidas expuestas son de
sentido común, y la mayoría no requeriría de tecnologías
sofisticadas, aunque a veces sí precisan de cierto conocimiento específico,
No hay recetas únicas, sino que deben adaptarse a cada situación,
pero hay mucho que puede y debería hacerse.
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